Es como un tridente que pende sobre el ejercicio del periodismo en el mundo, pero muy particularmente en Colombia. Las presiones de autoridades y actores políticos, la instrumentalización de las estrategias de desinformación masiva y los ataques —traducidos en amenazas, acosos, estigmas y asesinatos— son los principales riesgos que reseña el informe sobre la clasificación mundial de la libertad de prensa de Reporteros sin Fronteras (RSF).
Con el deterioro de la seguridad en nuestros territorios esos riesgos para el periodismo van en aumento, como lo demuestran las 158 violaciones a la libertad de prensa que documenta la FLIP en lo corrido del año. Riesgos que ya pasaron por dos asesinatos y 56 amenazas que nos recuerdan épocas que ya creíamos superadas, sobre todo si el cubrimiento tiene que ver con los conflictos redivivos, la corrupción campeante, el medio ambiente que pisa callos o las alianzas de políticos, empresarios, armados ilegales y las mafias que se multiplican en todos los frentes.
Es cierto que ha habido mejoría en otros aspectos, sobre todo en lo que tiene que ver con la posibilidad de hacer investigación seria y periodismo fáctico y verificable sobre los actos de gobierno, más allá de los epítetos, los activismos y la personalización de la información en la que han caído algunos medios y voceros disfrazados de reporteros.
Pero no por ello es legítimo el posteo presidencial para controvertir informaciones, como tampoco lo es el uso de los medios públicos como cajas de resonancia propagandística y mucho menos la idea de unificar la inteligencia y contrainteligencia del Estado que supone riesgos en el control de información sensible, filtraciones y usos potencialmente indebidos.
La leve mejoría en los indicadores de RSF y el ascenso en 20 posiciones, conjugado con el deterioro y la caída de otros países, son alicientes en momentos en que, al decir de RSF, las audiencias se están “desapegando” de la actualidad porque consideran tendenciosos a los periodistas.
Poco esperanzador es leer que el 75 % de las naciones tienen malas condiciones para el ejercicio del periodismo. Pero más preocupante es evidenciar que con ello no son solo los medios o reporteros sino las democracias las que están en riesgo.