El Magazín Cultural

Hogar, agridulce hogar

En el kilómetro 1,9 de Bienalsur está “Hogar, dulce hogar”, una muestra que reflexiona sobre la forma en la que los hogares proyectan el estado emocional, mental y físico de sus dueños. Esta exhibición da cuenta de la complejidad escondida entre los platos de desayuno y las fotografías familiares.

Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad
28 de junio de 2019 - 02:00 a. m.
“Familia Gómez”, obra de Verónica Gómez; una de las 20 artistas que componen la muestra “Hogar, dulce hogar”, de Bienalsur.  / Jimena Salvatierra
“Familia Gómez”, obra de Verónica Gómez; una de las 20 artistas que componen la muestra “Hogar, dulce hogar”, de Bienalsur. / Jimena Salvatierra

Algunas familias se odian. Por medio de Desayuno, una de las obras que componen la exhibición Hogar, dulce hogar, la artista Diana Shufer contó la historia de una madre que, con el pelo desarreglado y la bata mal puesta, se sienta en la mesa del comedor a dejar perfectamente arregladas las servilletas; a que esos pliegues queden bien doblados para que no se atrevan a poner en duda sus dotes de anfitriona. Cada servilleta tiene que quedar impecable. Que por lo menos eso quede bien, ya que sin esos papelitos, ser mamá no sirve. Ya no se siente útil y por eso decidió ignorar que su esposo desayuna con café y fantasías.

Él, que sin reparo mira de reojo a su hija mientras le unta mantequilla al pan y se lo zampa de un mordisco, se pasa la lengua por los labios y traga con descaro. En esa mesa familiar hay cuatro personas que comen por inercia: la madre, que aún no entiende para qué quería ser madre, el padre (o padrastro), que sigue ahí para alimentar su perversión, y la hija, que sabe que la engullen con los pensamientos. Después queda la más pequeña, que no tendría por qué ver todo en grises pero su realidad no le alcanza para notar los colores. No hay ilusiones ni espacio para la fantasía. Esas mentes se detestan. Quisieran vivir en otra parte para que se terminara la tortura, pero la parálisis los tiene fijos a esas sillas. No se mueven. Miran hacia un vacío que cada vez es más profundo mientras se toman un café que les da energía para seguir fingiendo. Ellos, tan parecidos, se ven como asesinos potenciales de sus propios apellidos.

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Diana Shufer es argentina y su trabajo se enfoca en las relaciones interpersonales y sus lenguajes. Con instalaciones, la artista refleja las formas en las que el amor y el erotismo se manifiestan, o en las que se despliegan otro tipo de sensaciones, muchas veces ignoradas por la cotidianidad y la costumbre. Esta vez, su participación fue con el video sobre esa familia. Con una sola toma mostró cómo en ese comedor había una batalla que se libraba lentamente. No había tregua, ni tampoco lucha. Había un dolor para el que la mantequilla era el único paliativo.

Hogar, dulce hogar está en el kilómetro 1,9 de Bienalsur, una exhibición que reflexiona sobre lo que los espacios íntimos dicen de sus dueños. Sobre la forma en la que una decisión decorativa o una costumbre familiar revela las historias y los enigmas que no saldrían por la boca del ser que habita esas paredes.

Familia Gómez es otra de las obras que componen esta muestra. La artista Verónica Gómez acomodó en un pasillo los retratos de cada uno de los integrantes de una familia uniformada por unas ojeras prominentes y la misma curva de la nariz.

Hay algunos que tienen cicatrices que les deforman el rostro; otros, cabellos más claros. Algunos son más viejos y uno que otro se ve atractivo; pero su revelador origen sepulta los intentos por ser distintos. Los retratos, que se distribuyen a lo largo de dos paredes enfrentadas, exhiben los atuendos, rasgos y gestos de una familia que intenta sobrevivir a la condena de pagar las deudas de los que se fueron primero. Sus expresiones son las de una familia que se ha preservado pese al inclemente paso del tiempo y la mutación de las costumbres.

Toda morada posee secretos y tesoros bien guardados. Historias, leyendas, habladurías y enigmas que la casa atesora, pero que pujan de ansiedad por ser descubiertos. Esta casa está habitada por artistas.

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Ellos le arrebataron la funcionalidad a los espacios y a las cosas para sembrar, en cambio, un territorio de fantasía, de cotidianidad transfigurada de ficciones inquietantes y sugestivas”, dijeron Florencia Battiti y Fernando Farina, curadores de esta muestra conformada por veinte artistas latinoamericanos, que profundizaron sobre los ritos domésticos que componen la cotidianidad de un hogar. Sobre las historias escondidas entre las grietas de las paredes y los detalles de los ritos domésticos transmitidos de generación en generación.

Hogar, dulce hogar fue pensada para presentar la “casa” como ese espacio-tiempo en el que se despliega la experiencia del habitar y en donde, sin darse cuenta, el que lo frecuenta a diario termina por convertirlo en una manifestación de sus más fantasiosos anhelos y oscuros desenfrenos.

Por Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad

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