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Una conferencia sobre paz urbana en Medellín: el rol de la academia y la sociedad

Joan Camilo López
30 de abril de 2024 - 05:10 p. m.

Los procesos de pacificación urbana en Medellín han sido posibles más por la voluntad y el poderío de los grupos armados que gobiernan a esa ciudad—junto a la Alpujarra y los grandes poderes económicos—que por la capacidad de los gobiernos locales o nacionales. Estos procesos siempre han buscado la pacificación de la ciudad, o sea, la reducción de la forma más directa de la violencia: el homicidio.

En esto, los procesos de negociación entre grupos armados han sido eficaces. Cuando ha sido necesario reducir la tasa de homicidios, se ha hecho efectivamente. Aunque la motivación para reducir la tasa de homicidios está arraigada más que todo a temas económicos y políticos, a satisfacer indicadores y mostrar estadísticas decentes, esto no deja de ser importante y celebrable dado que cada vida es sagrada.

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Sin embargo, lo que falta buscar en Medellín, más allá de la pacificación en momentos críticos de violencia, es una paz duradera.

Hace falta entender mejor y extirpar la estructura mafiosa y armada que se financia y fortalece por medio del narcotráfico, la extorsión, la trata de personas, y que a su vez se nutre de la masificación del turismo que hoy alberga la ciudad. Hace falta nombrar y romper los lazos entre la política, la economía, y la mafia. Hace falta nombrar lo que esa estructura mafiosa ha construido para hacer de Medellín un fortín pacificado.

Medellín ha tenido tres picos de violencia directa en los últimos 35 años. El primero fue en el 1991, con 6.809 homicidios, el segundo en el 2002, con 3.829 vidas sacrificadas, y el último fue en el 2009, que les quitó la vida a 2.189 personas (según el Sistema de información de seguridad y convivencia-Sisc y la Fiscalía).

Estos tres picos de violencia directa se han tramitado en los más altos niveles de la estructura mafiosa que gobierna y distribuye la violencia y la no-violencia en Medellín; esto pasó por el periodo de la llamada Donbernabilidad y se sostiene hasta hoy con un pacto de no agresión entre los grupos armados.

“Los de la vuelta no necesitan al gobierno para hacer la paz…siempre la han hecho entre ellos”, escucho reiteradamente en los barrios de Medellín. Hoy no hay guerra en Medellín como la hubo a los finales de los noventa y la primera década del 2000, sin embargo todos sabemos que es imperativo hablar sobre paz en la ciudad. En conversaciones con amigos y colegas en los barrios de la ciudad, también me han dicho que “esto es una bomba de tiempo que va a explotar”.

Si para pacificar la ciudad ha bastado con la voluntad y el poder de los mafiosos, ¿quÉ se necesita para construir una paz duradera entonces? La Paz Total que impulsa el gobierno nacional servirá para sentar condiciones jurídicas y políticas para la rendición de cuentas y ojalá para un desarme articulado y honesto. Pero si este proceso no es acompañado por algo más amplio, algo que involucre a la sociedad civil, a los mandos medios de los grupos armados, a los soldados de las esquinas, y a los pequeños poderes emergentes en los barrios, no habrá paz.

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Dada la politización y el uso inescrupuloso de cualquier intento de proceso de paz en Colombia, ni el gobierno nacional o local ni las estructuras mafiosas tienen la capacidad de construir una plataforma más amplia para la construcción de una paz duradera. Es acá donde podemos pensar en la función social de la academia. Como agente neutral que alberga conocimiento, puede ser por medio de la articulación de universidades Colombianas y extranjeras que se construya una espacio amplio donde se pueda hablar de paz duradera sin el efecto polarizador que los partidos políticos y algunos sectores de opinión han impuesto.

¿Qué tal si pensamos en un encuentro internacional de paz urbana en Medellín, donde se abra un espacio de diálogo académico, social, y del sector público en torno a la paz —no a la pacificación— en la ciudad? Después de 35 años de violencia urbana, la ciudad necesita un dialogo más amplio que revele temas silenciados al igual que construya sobre lo que se ha hecho bien en el pasado.

Esto podría echar a andar un proceso de construcción de paz arraigado a las condiciones históricas de la ciudad, que posibilite nuevos diálogos, identifique retos importantes para las comunidades que viven en medio de esa “bomba de tiempo”, y destaque aprendizajes de experiencias pasadas. Puede que este sea el momento donde la academia muestre su capacidad de participar verdaderamente en la transformación de la sociedad que habita.

Por sus tentáculos en distintos sectores de la sociedad, por el conocimiento técnico y teórico que produce, y por su neutralidad política, la academia tiene el potencial de generar un espacio donde se puedan articular visiones plurales sobre construcción de paz, y desde ahí echar a andar un proceso de paz duradero para Medellín y otras ciudades de Colombia. Tanto los gobiernos como los grupos armados estarían invitados, pero este espacio necesariamente debe ser liderado por la academia, y esta a su vez, guida por la sociedad civil y sus liderazgos comunitarios.

*Joan Camilo López es profesor de la Universidad de Columbia

Por Joan Camilo López

 

Oscar(67726)07 de mayo de 2024 - 10:47 a. m.
"Neutralidad política de la academia" ... los(as) académicos(as) no son descafeinados y deslactosados ...
haji(3766)01 de mayo de 2024 - 01:56 p. m.
Y que tal si se implementa un programa de transformación social como el del expresidente Gaviria y que dirigió Maria Ema Mejia?
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