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La frivolidad del arte y de la tragedia


Javier Ortiz Cassiani
09 de mayo de 2024 - 09:05 a. m.

A veces la destrucción tiene un lado frívolo. En la mayoría de los casos, esa frivolidad tiene que ver con la manera como se consume o se asume la tragedia una vez ocurre. No he podido olvidar que el año pasado, un programa de radio en Colombia, regaló boletas para un concierto a los primeros oyentes que dieran el dato exacto de los muertos en una avalancha ocurrida durante el período de lluvias: “¿Quién es el otro muerto? A la una a las dos y a las…”, decía una locutora emocionada. La gente ganaba sus boletas y por la noche se iba a brincar en un coliseo con la banda sonora de la tragedia líquida.

Cuando uno ve las imágenes de los preparativos para el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en una pequeña isla del Pacífico, a la tripulación con sus shorts y sus camisas caquis, da la impresión de que se trata de un grupo de actores de una película de época de Hollywood con ambientación tropical y no los escogidos para manipular y accionar el arma más letal sobre la faz de la tierra. De hecho, el piloto que comandaba la operación bautizó el avión con el nombre de su madre. Algo así como “mira mamá, estoy triunfando”.

Gaza arde y se desintegra (lo desintegran), pero el mundo no puede olvidarse de los vestidos que usaron los famosos en el desfile del Met Gala 2024 en el Museo Metropolitano de Arte. El nombre de lo que se puso en escena este año parece un chiste de corrosiva intención: Bellas durmientes: el despertar de la moda. Pero no. Precisamente, el mundo sigue durmiendo o más bien está atento, pero le cuesta renunciar a lo que es y detenerlo para recomponer lo que haya que recomponer y dejar de aceitar esta especie de cruzada de destrucción y autodestrucción.

Hay más. El código oficial de vestimenta decía que el tema era El Jardín del Tiempo, inspirado en un relato escrito en 1962 por el británico J. G. Ballard, “ambientado, como sugiere su título, en un jardín lleno de flores translúcidas que manipulan el tiempo”. El cuento de Ballard, como acostumbraba, recrea una distopía, pero el desfile del Met Gala 2024, y quizá la mayoría de quienes lo consumen, se queda en el ocio contemplativo del jardín florido con la música de Mozart de fondo. No aparece la chusma para pisotearlo y tampoco se le teme a la destrucción porque el concepto que se defiende es aquel que señala que la moda no tiene fecha de caducidad.

Muchos jardines se han destruido en el mundo. Alguien, incluso, se quitó la vida porque, pese a que fue sobreviviente de un campo de concentración, supo que sobre esas cenizas las flores no volverían a nacer. Gaza es tierra arrasada. Es posible que allí tampoco nazcan más flores. No estamos pidiendo que todos seamos Primo Levi ni que homologuemos su decisión letal, pero uno no puede regodearse en jardines, flores y hadas desconociendo que en otro lugar se está haciendo tierra arrasada sobre todo eso.

Quizá era un buen momento para no quedarse en la frivolidad de lo que algunos consideran arte. El arte salva, dicen algunos, pero no salvará a nadie si mientras lo hacemos no somos consciente que en otro lado la gente se desangra.

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Norma(12580)10 de mayo de 2024 - 10:22 p. m.
Este genocidio cometido por Israel a los ojos del mundo y con el apoyo total de EEUU, el de las bombas atómicas, deberá pasar históricamente la cuenta a Netanyahu el Hittler judío y a Biden, "el humanista demócrata y negociante".
Adrianus(87145)10 de mayo de 2024 - 04:01 p. m.
Doloroso
Manuel(13692)09 de mayo de 2024 - 10:30 p. m.
Israel genocida, criminales, solo criminales, sus premios nobel y donaciones aqui mientras matan allá, nunca taparán la verguenza de sus crímenes. Buena columna, gracias.
MARTHA(77929)09 de mayo de 2024 - 10:29 p. m.
Totalmente de acuerdo, ese espectáculo es denigrante, exagerado y suena a carnaval disfrazado de moda sin ser arte. Gracias por su columna
Alberto(3788)09 de mayo de 2024 - 09:50 p. m.
Excelente. Gracias.
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